
Salí del veterinario en la misma bolsa en la que había viajado en tren, solo que ahora me habían puesto un poco de pienso en otra bolsa de plástico más pequeña. ¡Menuda hambre tenía!
Finalmente llegamos a una nueva casa. Lo primero que noté fue que ya no llovía y que estaba calentito. De todos modos, tardé un buen rato en salir de la bolsa porque tenía un agujero en el estómago tan grande que no paraba de comer.
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