20 de enero de 2010

Haciendo nuevos amigos


En realidad, Brutus y yo nunca llegamos a ser amigos del todo. Él quería jugar y yo intentaba evitarlo... no es que fuera un mal perro, es que con dos lametadas me dejaba totalmente empapada (y ya sabéis todos lo poco que a los gatos nos gusta el agua!!).
La primera noche que pasé en esa nueva casa me pusieron un cojín, lejos de Brutus para que no me asustara, un poco de comida y agua, y un cajón con arena que en seguida entendí que era para ir al baño. Aquella primera noche, casi ni me atrevía a moverme y, cuando amanecí, no podía abrir los ojos porque me había resfriado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario